No existen palabras para describir la profunda tristeza que la partida de nuestro Rector Alfonso Robayo Blanco deja en nuestra comunidad educativa. El inmenso vacío que nos imprime su ausencia se entrelaza con los misterios que encierra la muerte y que nos provocan sentimientos de desolación, incertidumbre, dolor y de por qué.
Pero esos sentimientos no son malos. Por el contrario, nos hablan de lo que significó Alfonso para nuestras vidas y explican que de una u otra forma su vida tocó nuestras vidas y por ello es necesario celebrar la vida en nuestras vidas de nuestro querido Rector y amigo.
Celebrar su vida no solo significa reconocer en él su loable carrera como maestro de primaria, docente de las ciencias sociales, coordinador y rector. Conocedor de diversos contextos pedagógicos en el país y en la ciudad, en los cuales dejó su huella. Incuestionable pedagogo, comprometido con sus ideales. Promotor de las artes como el camino para transformar vidas, eje fundamental de la banda de paz Atanasista, defensor a ultranza de sus aulas hospitalarias, firme en su ideal de lograr para el colegio una primera infancia consolidada, incondicional defensor del proyecto de la educación media fortalecida, convencido absoluto del proyecto educativo Atanasista, líder del consejo local de planeación. Pudimos aprender de Alfonso que el Colegio Atanasio Girardot no era su trabajo, era su vida.
Pero celebrar la vida de Alfonso Robayo Blanco es también celebrar la gran persona que fue, su interminable bondad y su gran corazón, conocedor de las necesidades de todos, una persona leal, amoroso padre. Su inmenso amor por la naturaleza. Poseedor de una gran capacidad de transmitir tranquilidad, la que llenaba los rincones del colegio y hacía siempre que la dificultad más grande se viera diminuta y solucionable. Podemos decir que los últimos 7 años, que la vida nos regaló en su compañía, se dedicó a inundar nuestros corazones del espíritu Atanasista de honestidad, amor y heroísmo, demostrando que el trabajo, el esfuerzo y la constancia siempre darán buenos frutos; pero si lo pensamos bien era más bien como su propio espíritu pues desde su primer día en el colegio se identificó con los ideales Atansistas.
Rector, amigo, el más Atanasista de los Atanasistas te extrañaremos y te llevaremos siempre en nuestro corazón. Pero, sobre todo, nos comprometemos profundamente en continuar tu legado.
Hasta pronto.